La razón principal radica en la legislación vigente (Reglamento 1169/2011), que utiliza el método Kjeldahl para calcular el contenido proteico. Este método no es fiable para detectar adulteraciones, ya que no distingue entre nitrógeno proteico y no proteico, permitiendo así la manipulación de los resultados. Por ejemplo, la creatina, que tiene una densidad de nitrógeno del 32%, podría reflejar el doble de su peso en proteína en el etiquetado, según el estándar legal que asigna un 16% de nitrógeno a la proteína bruta.
Además, otros aminoácidos de bajo costo, como la glicina, alanina o ácido glutámico, se añaden frecuentemente para mejorar el sabor del producto, aportando sabores dulce y umami.
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